Señor Jesús, ten piedad de nosotros,
pobres habitantes del siglo XXI
sufridos ascetas sobre el volante en pleno atasco,
los domingos por la tarde.
Señor Jesús, Buen Señor, Dulce Señor,
enséñanos tu mansedumbre en el Metro,
estrujados y entre empujones cada día,
a la hora punta.
Da tu paz a las madres a las ocho de la mañana
y a las ocho de la tarde
cuando han de vestir y desvestir a sus hijos,
preparar desayuno, comida y cena,
y no llegar tarde al trabajo
tras dejar a los niños en la escuela.