Padre eterno, Creador mío,
mis labios y mi corazón
proclaman tu grandeza y tu amor;
hoy cuando la depresión y la tristeza
invaden mi corazón,
mi espíritu, mis emociones e inteligencia
te suplico, postrado ante ti:
“Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen y me guíen
a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.